Un nuevo acuerdo
- Ontitude Coaching Center
- 24 abr 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 20 feb 2023

Se están alineando factores y condiciones que hasta hace muy poco, al menos desde una amplia perspectiva colectiva, se encontraban tan dispersos como los granos de una libra de azúcar lanzada a su suerte en medio de un huracán. Es que no hay tiempo, es que no alcanza, tengo mucho por hacer, es que no tengo trabajo, es que el trabajo que tengo no me gusta, es que el trabajo que tengo me gusta, pero me cae mal mi jefe, es que si yo pudiera, es que si yo fuera o si estuviera… en medio de esta bienvenida alineación, parece que las excusas están teniendo enormes dificultades para respirar el aire de la renovación y el cambio.
Tan abundantes como las ganas de escapar de la cotidianidad inapropiadamente construida, son los casos en los cuáles la práctica y las evidencias menos manipuladas indican que la inercia, las tendencias (aunque no nos agraden o sirvan), el afán, el vacío (no el espacio), la astigmática miopía física y la casi ceguera en el alma, se han combinado con deliberado patrocinio para suministrar dosis ilimitadas de efímeros y adictivos placebos que lenta, pero eficazmente van creando un estado de anestesia individual y colectiva. Incluso disponiendo del conveniente apoyo que ofrece con burla y sin reparos la desarticulación entre la intención y la acción, cuan loco es atreverse a afirmar que ya no es suficiente vivir, ser y estar simplemente en teoría.
El discurso que no se transforma en movimiento, se está agotando y su credibilidad solo la pueden sostener las cada vez más harapientas cortinas de humo que por costumbre u obligación, se siguen colgando para que la luz se disipe, pues así no habrá necesidad de ver y palpar lo que hace tanto se ha vuelto inocultable. Por más lejos o rápido que se pueda correr, no deja de sorprender que al llegar a ese nuevo y probablemente incierto destino, aquello que en un arrebato de inocente rebeldía se ha querido dejar atrás sin haberlo cerrado pertinentemente, está cómoda y pacientemente esperando en ese preciso lugar, instante y situación, solamente para dejar muy claro que sigue apegado y vigente.
La actual coyuntura global, cierta o montada, real o mediática, indiferentemente lejana o asfixiantemente cercana, puede a primera vista calificarse como un digno y fiel ejemplo de lo que implica una crisis; de esas que marcan épocas y generaciones con la indeleble tinta del miedo, la desesperanza, la escasez de lo necesario y la abundancia de lo dañinamente doloroso. Esta desprevenida mirada, probablemente se sustenta en hábitos cuyo fuerte arraigo se está tambaleando hasta el núcleo más interno; hábitos como el de consumir porque puedo o porque toca, ser sin sentir, estar sin querer, hacer sin propósito y llenar vacíos sin fondo.
Qué pasaría y cómo sería si esto que con insistente oferta se promociona y vende hasta la saturación como si fuese una muestra gratis del principio del fin, lo empezamos a abrazar como una irresistible invitación y una magnífica oportunidad para tomar un profundo respiro que nos permita sumergirnos en lo esencial, mientras dejamos descansar a lo importante y a lo urgente en medio de su acostumbrada agitación. Qué tal si acogemos con gratitud está inmejorable ocasión para reencontrarnos, desconectarnos de lo que nos ata y conectarnos a lo que nos inspira e impulsa. Probablemente esta pausa no llega envuelta en el papel que esperábamos, pero aquí está disponible para abrir posibilidades, estimular la creatividad, echarle agua fresca al rostro de la solidaridad, dejar de guardar distancia con la otredad, revisar la hoja de ruta para hacerle algunos pequeños grandes ajustes, imaginar cómo queremos que siga lo que viene y quiénes estamos dispuestos a ser para transformar, compartir sin reserva dando de lo que somos y no solamente de lo que nos sobra, ser y estar, valorar lo que damos por sentado, fijo y seguro, abrirnos para recibir.
Está en cada uno tomar la iniciativa y asumir la responsabilidad de decidir si resulta más cómodo continuar aferrados a un bienestar tan esquivo como simbólico, o si estamos dispuestos a acoger el nuevo acuerdo social que comienza por cada individuo, de modo que su efecto vibre en armonía desde adentro hasta irse expandiendo a través de los círculos de la familia, del hogar, del vecindario, de la ciudad, de la región, del país, del mundo; quien sabe si esperar a que el cambio lo afronte primero el otro, sea un paradigma que abusivamente ha sido copiado de los patos, que no se lanzan al agua sin garantías y demostración previa; lo cierto es que el poder y la voluntad de hacer algo al respecto es un privilegio personal, intransferible y no acumulable con otras promociones, ya que aplican condiciones y restricciones.
Diego Torres Villegas | 2020
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